viernes, 21 de enero de 2011

¡Basta de sangre! y de mentiras

¡Basta de sangre! y de mentiras
 
Juvenal González González
15/01/11
Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería.
 Otto von Bismark

Eduardo del Río García, Rius, legendario caricaturista político, hoy monero, no es un acelerado ni violento, nunca lo ha sido. Es y ha sido, eso sí, un corrosivo crítico de las instituciones gubernamentales, empresariales y religiosas, y de las pillerías de sus personeros. Por sus ideas y el sarcástico humor con que las expresa, ha sido sistemáticamente acosado y perseguido.

A lo largo de más de medio siglo de variada y trompicada carrera artística, ha recorrido las más importantes publicaciones nacionales, ha creado algunas propias y ha escrito más de cien libros cuyos tirajes y ventas no son usuales en México. En 1964 comenzó a publicar una historieta semanal, Los Supermachos, que alcanzó un tiraje de 250 mil ejemplares y fue llevada al cine 1973 por Alfonso Arau. Entre grillas y presiones fue despojado de los derechos de autor y se vio obligado a crear Los Agachados, que se publicó de 1968 a 1981.
Este michoacano ilustre, no como otros, a sus 76 años se mantiene jovialmente activo y lanzó hace unos días una campaña denominada “Basta de sangre” o “No más sangre”. Pretende que los ciudadanos la hagan suya como una manera de protesta activa contra la incapacidad del Estado mexicano para detener la ola de violencia que amenaza con levantar los cimientos del país.
En plena efervescencia electoral adelantada al 2012, tal iniciativa no puede, no podía, desligarse de la confrontación política. 34 mil 612 muertos en lo que va del sexenio, más los que se acumulan cada día, tienen un costo político que el gobierno no quiere pagar y muchos le quieren cobrar.
Calderón y sus voceros se defienden con tres argumentos centrales: 1. Que no había otra manera de combatir a los narcotraficantes, más que con las fuerzas armadas, porque las policías estaban rebasadas y, en muchos casos, al servicio de los malosos. 2. Que la violencia y la matadera sin fin son producto de las disputas entre los narcos por los espacios cada vez más reducidos, gracias a la acción represiva del gobierno, lo que demuestra lo acertado de la estrategia. 3. Que en la guerra se deben involucrar todos los ciudadanos porque se trata de un problema de interés nacional.
No comparto ninguno de esos argumentos y aquí lo he expresado, sin lugar a dudas. Para empezar es necesario desmentir a Calderón en su dicho de que él nunca ha hablado de guerra. Claro que él fue quien la bautizó como tal y eso es absolutamente demostrable. Tan es así, que hay un montón de artículos y comentarios referidos a lo correcto o no de llamarla guerra. Y hace unas semanas aquí hice el recuento de la movilización que significó la Operación Michoacán. No es solo que hablara de guerra, desató una guerra.
Y he afirmado que es “la guerra de Calderón” porque la decidió él solo, sin consultar a los ciudadanos, ni al Congreso, ni a los partidos, ni a nadie. Ni siquiera le importó violar la ley al asignar al ejército funciones que no le corresponden, situación que eventualmente puede acarrear problemas legales a los involucrados.
Tampoco es cierto que fuera la única alternativa. Si las corporaciones policiacas estaban podridas y rebasadas ¿no era mejor empezar por sanearlas y crear nuevas condiciones para su funcionamiento?. Si el narcotráfico es, por sobre cualquier otra valoración, un gran negocio ¿no era viable empezar por identificar y cortar los circuitos de lavado de dinero?.
Si la producción, y en buena medida el comercio, se desarrollan en las zonas rurales ¿no era factible empezar con una reforma agraria de última generación, para abrir nuevas perspectivas a los millones de campesinos abandonados a su suerte?. Si las huestes activas y la reserva de los narcos son jóvenes y menores ¿no habría sido más útil invertir lo que se ha gastado en la guerra, en más y mejores espacios educativos y recreativos, becas y comedores estudiantiles?.
Si el gran motor de la violencia es la impunidad ¿no habría que empezar por aplicar la reforma judicial, reconstruir el sistema penitenciario y combatir la corrupción en la procuración de justicia?
Lo que no se ha querido entender es la complejidad del problema y que violencia genera violencia. Las raíces del narcotráfico son económicas y sociales, por eso es absurdo e inútil entrarle a balazo limpio, como en las películas y las series de televisión que tanto emocionan al habitante de Los Pinos.
No es que uno se confunda y no sepa que los malosos son unos “hijos de puta” como los llama Aguilar Camín, pero ellos están en lo suyo, es su negocio. Se le reclama a Calderón porque él es responsable institucional de la seguridad de los ciudadanos, para eso dispone legiones de funcionarios civiles y militares -cuyos jefes él designa- instituciones, corporaciones y leyes. Y por eso cobra un sueldo, por cierto muy superior a lo que cobran los presidentes de Latinoamérica.
De ahí la pertinencia de la ya clásica sentencia de Alejandro Martí: “Si no pueden renuncien”. Y no es nada personal, todos los países tienen mecanismos para sustituir gobiernos que no funcionan, es parte de la “normalidad democrática”.
Cheiser: Para quienes piensan que la violencia verbal y la intolerancia a los diferentes no pasan de ser anecdóticos, el atentado de Arizona es un dramático desmentido. Ese es el peligro que representan los beligerantes jerarcas de las iglesias en México.

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